Elecciones en España: ¿vuelta al bipartidismo y consenso hacia una ‘Segunda Transición’?

El domingo 23 de julio tuvieron lugar las elecciones generales en el Reino de España. Unos comicios que se producían de forma adelantada tras la debacle de la alianza del gobierno central —entre el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y Unidas Podemos (UP)— durante las elecciones municipales y autonómicas del mes de mayo.

Figuras como la de François Mitterrand, del Partido Socialista francés, o Felipe González, del PSOE, fueron claves para el desarrollo de la Tercera Vía como apuesta de la socialdemocracia europea en decadencia y que sirvió para asentar el modelo neoliberal en Europa. La apuesta por la herramienta socialdemócrata cumplía con unas funciones que la derecha política no podía aportar. Por un lado, debido a su histórico vínculo con el sindicalismo, que facilitó la cooptación de sindicatos y la paralización o la merma de la protesta social ante la implementación de medidas económicas antipopulares.

Por otra parte, su apuesta por el progresismo en las relaciones sociales ayudaba a asumir dentro de su seno diversas luchas identitarias, vinculadas en muchos casos con la cuestión de la sexualidad, el racismo, entre otros asuntos. Una gran cooptación de la protesta, muy útil para garantizar una teórica paz social que permitiera seguir adelante con los planes expansionistas del capital.

El gobierno de Felipe González (1982-1996) coincide con la Transición en España, es decir, el paso desde la dictadura franquista al régimen actual, conocido como régimen del 78 debido a la firma de la Constitución actual, en 1978. Fue fundamental para este proceso, que nunca abordó una ruptura real con la dictadura, contar con el apoyo de fuerzas políticas consideradas socialmente de izquierdas que apoyasen el proceso tal y como se estaba llevando a cabo.

Tanto la socialdemocracia del PSOE, como la cúpula dirigente del Partido Comunista, cuyos militantes habían luchado y habían sido torturados y muchos asesinados durante el franquismo, asumieron esta farsa. 

También dentro de esta lógica se entiende el porqué el Partido Comunista de España (PCE) fue legalizado -aún durante el franquismo, en 1977- a cambio de asumir el no cuestionamiento de esta estructura. El nuevo régimen debía presentar una nueva imagen. Tanto la socialdemocracia del PSOE, como la cúpula dirigente del Partido Comunista, cuyos militantes habían luchado y habían sido torturados y muchos asesinados durante el franquismo, asumieron esta farsa. Muchos lo justificaron como el mal menor ante la amenaza de volver a la dictadura.

Una mirada al papel del franquismo

Para comprender ese momento histórico y cómo se articula con el presente, es vital entender que el franquismo no fue solo una dictadura férrea, con componentes fascistas que actuaban como fuerza de choque, sino que desde la perspectiva económica también fue un proceso de acumulación de capitales sin precedentes. La corrupción de la propia dictadura permitió el enriquecimiento de unas pocas familias.

Con la transición se buscó, entre otras cosas, dar salida a estos capitales a través de la introducción de España en los organismos del eje imperialista. No es casualidad que fuese precisamente durante el Gobierno de Felipe González que España entrase oficialmente a la OTAN y también a la Comunidad Económica Europea (CEE). Nada de esto fue gratis.

El franquismo no fue solo una dictadura férrea, con componentes fascistas que actuaban como fuerza de choque, sino que también fue un proceso de acumulación de capitales sin precedentes.

A la pérdida de soberanía en política internacional, se le sumaron nuevas reconversiones de la industria que profundizaron aún más el desempleo y la desindustrialización del país; a su vez, se iniciaron procesos de privatización de la empresa pública en todos los ámbitos, desde la telefonía a la energía o la banca.

La herramienta socialdemócrata entró en decadencia y los presidentes socialdemócratas fueron sustituidos por la derecha política en muchos países europeos. Así llegaron al poder Jacques Chirac en Francia, Silvio Berlusconi en Italia y José María Aznar en España.

Entre los lemas de las protestas de 2008 se hizo alusión a que el Partido Popular (PP), la rama derecha, y el PSOE, la rama izquierda, eran en esencia la misma cosa.

Para comprender cómo estas dos fases se interrelacionan en la profundización del modelo neoliberal en Europa, tenemos el ejemplo de lo ocurrido con Argentaria en España, una corporación que unía a las bancas de titularidad pública, creada en 1991 por Felipe González y que iniciaría su privatización tan solo dos años después, fusionándose con el Banco Bilbao Vizcaya en 1999, ya durante el Gobierno de Aznar.

La crítica al tándem entre los socialdemócratas y la derecha europea se hace especialmente visible durante la crisis económica que se inicia en 2008. Así no es de extrañar que entre los lemas de las protestas en España se hiciera alusión constante a que el Partido Popular (PP), la rama derecha, y el PSOE, la rama izquierda, eran en esencia la misma cosa.

Crisis del régimen y el escenario político

A la debacle económica se le unió una crisis del propio régimen que se acentúo de manera destacada en los partidos hegemónicos del régimen español. Ante los casos de corrupción, las peleas internas aumentaron, lo que provocó un desgaste que facilitó la aparición de nuevas fuerzas políticas a la derecha y a la izquierda.

Partidos políticos como Ciudadanos (de corte liberal), Vox (nostálgicos del franquismo) y Podemos (nueva izquierda europea) inician en estos años un ascenso que muchos ven en ese momento como el entierro del modelo bipartidista.

Ante los casos de corrupción, las peleas internas aumentaron, lo que provocó un desgaste que facilitó la aparición de nuevas fuerzas políticas a la derecha y a la izquierda.

Elecciones y consecuencias

Sin embargo, si algo podemos sacar en claro en estas elecciones, es que el PSOE ha sabido, a diferencia de otros partidos socialdemócratas europeos, mantener el tipo y recomponerse. Estas elecciones han estado marcadas por una campaña del miedo ante el auge de la fuerza política Vox; con ello, el PSOE ha conseguido que el cuestionamiento a su gestión de gobierno haya quedado en un segundo plano. A su vez, ante el fantasma del voto útil, ha quedado reflejado el apoyo mayoritario hacia las dos fuerzas del tradicional bipartidismo, tanto el Partido Popular, como el PSOE.

Como en la Transición, se ha hecho un llamamiento al pueblo para mirar para otro lado ante el temor a volver a las cunetas y al franquismo. Al igual que en ese período tras la dictadura, esto ocurría mientras se han ido implementando políticas en contra de la clase trabajadora y para el enriquecimiento de unos pocos.

El PSOE ha sabido, a diferencia de otros partidos socialdemócratas europeos, mantener el tipo y recomponerse. 

Apenas a dos días de las elecciones se conocía que el Gobierno había iniciado la implementación de los Fondos de Pensiones de Empleo de Promoción Pública (FPEPP), es decir, de fondos privados de pensiones gestionados por grandes grupos bancarios. Esta medida es parte de la profundización de una nueva fase privatizadora como consecuencia del chantaje que la Comisión Europea ha impuesto en relación con los fondos europeos Next Generation, emitidos con ocasión de la pandemia del covid-19.

Organizaciones internacionales permanecen ciegas ante los crímenes de Kiev

Finalmente, la Cancillería rusa señaló que las organizaciones internacionales, en su mayoría, “permanecen ciegas y sordas ante los hechos de la persecución de la canónica UPTs por parte del régimen de Kiev”.

Subrayó que, a pesar de la existencia de pocos informes que expresan preocupación por la situación, “las estructuras internacionales, incluidas las más autorizadas, como la ONU y sus dirigentes, no han condenado hasta ahora de manera inequívoca las violaciones por parte del régimen de Kiev de sus obligaciones jurídicas internacionales en materia de derechos humanos ni los crímenes que ha cometido, enviando así, de hecho, señales a Kiev de total impunidad“.

De acuerdo con el informe, EE.UU., que se autoproclama “ardiente defensor” de la libertad religiosa y publica regularmente informes sobre violaciones de los derechos de los creyentes en todo el mundo, también guarda silencio. “Durante la persecución de los creyentes ortodoxos en Ucrania, no han criticado la política eclesiástica destructiva de [el presidente ucraniano Vladímir] Zelenski, dejando así aparentemente claro que aprueban las acciones ilegales de sus tutelados”, concluyó.

Comentarios con tu cuenta de facebook