Bob Dylan, una carrera marcada por la osadía

No es fácil definir a uno de los grandes titanes de la música popular norteamericana del siglo pasado, un hombre con un “oficio que tienen muy pocos” que a lo largo de su carrera ha definido una y otra vez a la industria musical. Así lo explica Ricardo Pineda, periodista cultural y colaborador de Radio UNAM, intentado definir la carrera de Bob Dylan unos días antes de que el músico cumpla 80 años.

“Pensando un poco en el ejercicio de definir a una de las figuras que ha buscado siempre escapar a la definición o autodefinición, aunque la industria o los espíritus de la cultura le quieren endilgar, diría que su carrera es como un acto de osadía permanente. En tanto que esa osadía es un ejercicio de libertad para sí mismo, Bob Dylan ha sido un artista constante y honesto consigo mismo”, argumenta Pineda y añade:

“Ha explorado, buscado, ha estado en el canon, lo ha creado, y al mismo tiempo se ha mantenido al margen de ellos. Eso me parece algo brillante viniendo de la figura de la música norteamericana de los 60 por antonomasia. Si habláramos de folk o pop –pensándolo como un fenómeno mainstream–, lo definiría así: como la osadía constante. Lo captura muy bien, porque la osadía lo lleva a tirar sus propios estándares, metas trazadas, triunfos para seguir buscando. Incluso sus últimos discos son totalmente auto indulgentes, clásicos, parsimoniosos y tienen malas críticas, alguien de la figura de Dylan puede vivir con esa comodidad y seguir siendo osado para sí mismo, osado para la industria voraz y osado para nuestros tiempos”.

Dylan nació el 24 de mayo de 1941 en Duluth, Minnesota, bajo el nombre de Robert Allen Zimmerman. Inició su andar en la música a finales de los 50, pero fue hasta 1962 que estrenó su primer disco –titulado Bob Dylan– y desde entonces ha publicado 39 discos de estudio, además de una decena de producciones en vivo, lados b, bootlegs e, incluso, un par de películas.

La poesía de sus letras encapsuló el espíritu desafiante de los años 60, “su relevancia en el mapa de la música popular de Estados Unidos fue particularmente notoria, vino a saber captar el espíritu de la época como muchos lo intentaron y no lo consiguieron de la misma forma”, apunta el egresado de la FES Aragón.

“El espíritu de buscavidas, su amor a la canción folk, lo tradujo y lo convirtió en algo más complejo, se convirtió en un parteaguas. Cuando tomó la guitarra eléctrica también marcó un antes y un después para la música norteamericana. Su carrera se desarrolla totalmente en la década de los 60. Era un hombre que desafiaba al canon, vino a ser un portavoz de esa generación”.

“Su aparición significó la creación de la primera gran figura musical que también retrató el espíritu sociopolítico de la época, el cual era totalmente de cambio. Pensemos que antes hubo alguien como Elvis, la gran diferencia es que Bob Dylan venía acompañado de una conciencia política muy importante”, añade el periodista cultural.

Es una postura que comparte Guillermo Vega Zaragoza en el artículo Bob Dylan – El artista incómodo publicado por la Revista de la Universidad:

“Al otorgársele el Nobel de Literatura a Bob Dylan —que, como muchos han dicho, lo merecía desde hace tiempo, pero no lo necesitaba ya—, se está reconociendo a toda una generación de artistas cuyo legado conformó el mundo de la cultura pop durante la segunda
mitad del siglo XX. Es cierto: en términos de calidad literaria, hay otros mejores que él, como Leonard Cohen, pero no se puede entender la existencia de muchos otros sin la influencia —asumida o no, reconocida o no— de Bob Dylan”.

“Dylan aprendió a manejar el sistema a su favor. Para empezar, consiguió tener total
libertad creativa. Disco a disco ha hecho lo que ha querido: pasó del country a la música cristiana, regresó al rock y luego al folk otra vez. Nada menos sus dos últimos discos son covers de canciones que cantó ¡Frank Sinatra! No hace giras tradicionales: está de gira permanentemente desde 1988, y de en tonces a la fecha ha dado más de dos mil 500 conciertos. Cada presentación es diferente e impredecible: no complace al público con sus
grandes éxitos, les cambia los arreglos y las letras a sus canciones hasta hacerlas irreconocibles”, añade el colaborador de la Revista de la Universidad.

¿Qué lo mantiene vigente?

Para Ricardo Pineda, la obra de Dylan conserva su vigencia gracias al “espíritu de sus canciones, lo que hablan, lo que retratan. Esa vigencia habla muy bien de él y muy mal del resto de la humanidad, A Hard Rain’s a-Gonna Fall, por ejemplo, todavía se puede aplicar al conflicto entre Israel y Palestina, a lo que está pasando en Colombia o aquí en México. A final de cuentas, el espíritu de sus canciones puede hablar de algo muy particular pero su significado va más allá, toca cierta universalidad de occidente en que la guerra, la conciencia, los sentimientos humanos, la naturaleza y el estado de las cosas es retratado con precisión, cercanía. Ese oficio que tienen muy pocos al mismo nivel de Dylan”.

“Hay un ego latente todo el tiempo que lo hace querer probarse continuamente, por algo sigue estando en ciertos canales masivos o acepta recibir premios. Al mismo tiempo, se le nota cansado y super amargo. No es gratuito. En el documental de Scorsese, No Direction Home, la gente lo abuchea por haber pasado del folk al rock. La crítica y la banalidad mediática lo han jodido todo el tiempo, seguramente es un tipo que piensa dos veces salir a tomarse un café”.

“Eso lo mantiene en un estado constantemente huraño. Se ve en uno de los documentales más recientes, Rolling Thunder Revue: A Bob Dylan Story by Martin Scorsese, sale a cuadro hablando de cómo no le gusta dar entrevistas, ni hablar con la prensa, o tratando con la gente y, sin embargo, ahí está porque él ve su arte dentro de ciertas dinámicas de trabajo y promoción. Es un tipo que si hace muchas décadas hubiera dejado de ser relevante, tal vez no le hubiera pesado”, subraya el colaborador de la revista Slang.
¿Por dónde entrarle a Dylan?

Las nuevas generaciones “casi siempre cuando escuchan la voz… se espantan. Bob Dylan no es reconocido por tener una voz muy educada o por cantar afinado, es parte de su encanto. Pasa mucho con los jóvenes que si inician con sus discos de los 80 o los 90, salen huyendo. Como que les causa pavor”, reflexiona Pineda y agrega:

“Sin embargo, yo recomendaría a los más jóvenes tres discos, justo de esa época en que fue como James Dean, cuando Dylan toma la guitarra eléctrica: Highway 61 Revisited y Bringing It All Back Home, ambos de 1965; y Blonde on Blonde, del 66”.

“Esa tríada es donde se divide Dylan, todo lo que está atrás es folk, todo lo que viene después es cosecha. Los tres son considerados obras maestras, en esos vienen sus grandes éxitos, canciones como Like a Rolling Stone. Él ha dicho muchas veces que cuando acabó de escribir esa canción no quería hacer nada más. Había conseguido la síntesis de su capacidad creativa”.

“Blonde on Blonde, por ejemplo, es un disco que se siente muy rudimentario pero en términos de música popular es muy vanguardista. Todo el acid britpop de los 90, como los Stone Roses o Primal Scream, lo ven como la gran influencia. Está lleno de canciones poderosas, de mucha ambición con las posibilidades de la guitarra sin que eso resulte en una gran pericia técnica, a final de cuentas no hay nada de eso”.

“Bringing It All Back Home está justo a la mitad, tiene mucho folk –canciones como Mr. Tambourine Man, On the Road Again o Maggie’s Farm– pero lo pone en otro sitio. Va a mil por hora y para la época eso significó demasiado”.

Antes de concluir, el periodista cultural sumó a las recomendaciones uno de sus trabajos predilectos de Dylan:

“Mi disco favorito es Desire, de su época de los 70 cuando ya era un hombre maduro. Le entro como al ranchero, a lo country, pero tiene un oficio letrístico que me parece más maduro y al mismo tiempo más sencillo. Ya no hay tanta figura retórica y poética, es más un cronista. Se le nota la vena novelística, ahí viene Hurricane, Going to Durango, etc. Musicalmente me gusta mucho, es muy fuerte, tiene mucha personalidad y una textura un poco destartalada, es un Bob Dylan crudo. No le importa qué digan de él, no quiere probar nada, es el primer atisbo de eso”.

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