Mujeres salen masivamente a exigir acciones del gobierno contra los feminicidios.

Cd. mex.- Miles de mujeres se sumaron a una marcha multitudinaria para exigir el fin de los feminicidios. Muchas de ellas corearon con rabia el nombre de quienes les arrebataron, y algunas se atrevieron a decir y plasmar en suelos y muros el nombre de su violador o del feminicida. Fue la movilización de la rabia, el hartazgo y la indignación por la impunidad, pero también de la exigencia de la libertad y el respeto hacia ellas.

Las protestas de las mujeres -desde niñas, jóvenes y hasta abuelas-, en medio de sus reclamos, también fueron festivas y coloridas. Cantaron, entonaron consignas y marcharon. Participaron en contingentes de organizaciones diversas que van desde las de bloques separatistas (en contra de la participación de hombres) hasta las que pedían justicia y paz para todos. Pero destacaron las que, cansadas del acoso y violencia cotidiana, decidieron salir a manifestarse y sumarse a la marea.

Daniela Sánchez, Mabel Curiel, Guadalupe Barajas y Vanessa Ruiz son algunos de los nombres de las víctimas del feminicidio. Ellas encabezaron la marcha. Sus familiares recordaron sus vidas y expresaron la exigencia de castigo a sus asesinos. El reclamo de “ni una menos” comenzaba en la vanguardia para extenderse como una ola hasta el último contingente.

Todo empezó con un conteo regresivo en punto de las 14 horas en el Monumento a la Revolución, cuando las coordinadoras de la movilización dieron la orden de avanzar, pero sólo caminaron unos metros y se detuvieron para organizarse debido a la cantidad de mujeres que continuaban llegando. Diez minutos después retomaron el paso. Ahí fue el inicio del andar que terminó cuatro horas después, cuando a las 18:15 entró el último contingente a la plancha del Zócalo. A su paso se encontraron monumentos tapiados y comercios cerrados.

Por momentos silenciosas, las mujeres que iban al frente, en otros instantes lanzaban consignas como “ni una más, ni una más, ni una asesinada más”, “Si tocas a una, nos tocas a todas”, “No fue homicidio, fue feminicidio”. Este grupo expresaba en rostros, en pancartas, pendones y mantas su dolor traducido en los nombres de hijas, hermanas o madres asesinadas o desaparecidas.

En contraste, el bloque que las seguía, denominado Crianza Feminista, que agrupó a las mujeres que marcharon con niños, fueron festivas y combativas. “Las niñas, marchando, también están luchando, “Aborto sí, aborto no, eso lo decido yo”, “Somos las nietas de todas las brujas que nunca pudiste quemar”, “Amiga, hermana, si te pega no te ama”, fueron los coros durante todo el trayecto.

Lanzaban bengalas de humo de colores, que tiñeron el contingente de morado y verde.

“No somos infiltradas”

“Estamos hasta la madre”, se leía en las pancartas. Esto fue algo que predominó en el ambiente. Después venía el grupo de las organizaciones de mujeres, con batucada, y una representación de una vulva gigante cubierta con un manto verde, a la manera de una santa. “No somos infiltradas, somos ciudadanas y estamos indignadas”, gritaban. También protestaron guardando un minuto de silencio, en forma intermitente.

Entre los últimos grupos estaban los de madres de desaparecidos, mujeres indígenas que pedían la liberación de sus hijas, de zapatistas, de personas con discapacidad, ciclistas, de la comunidad LGBT, estudiantes universitarias y académicas. Al final iban grupos mixtos de mujeres y hombres. Una parada obligada fue en el Antimonumenta, frente al Palacio de Bellas Artes, donde guardaron un minuto de silencio.

Durante las cuatro horas de protesta, en todo el recorrido, quedaron testimonios de las víctimas. La nombres de las asesinadas de 2016 a la techa quedaron plasmados en la plancha del Zócalo con letras blancas. En varias jardineras fueron improvisados cementerios, las mujeres colocaron pequeñas cruces rosas con imágenes y nombres: Flor Fabiola, Guadalupe Estrada, Laura León. Ahí permaneció durante toda la jornada un grupo de madres víctimas de feminicidio, donde llamaron a las asistentes a contar sus historias.

Al mismo tiempo, las fuentes de la Alameda y del Monumento de la Revolución fueron teñidas de rojo. También en una valla metálica que resguardaba el Palacio de Bellas Artes se instaló el “memorial del feminicidio en México con más de mil 260 mujeres asesinadas”. A las esculturas colocadas en avenida Juárez, reproducciones de obras de arte, les colocaron los símbolos en contra de la violencia y en pro del aborto.

A la Plaza de la Constitución, a las 15:20 entró la vanguardia. Minutos después empezó el mitin frente a Palacio Nacional. Ahí se dio la palabra a las madres, en primer lugar. Entonces fue la expresión más contundente del hartazgo por la impunidad y la exigencia de justicia. Pero la atención de muchos de los asistentes se desvió a quienes comenzaron a lanzar bombas molotov y pintura a la puerta central del inmueble.

Había dos escenarios. Uno, en el templete donde se interpretó Canción sin miedo, de Vivir Quintana, que entonaron miles de voces. Y también hicieron la coreografía de El violador eres tú, Atrás seguía el de las mujeres con el rostro cubierto, vestidas de negro, con su protesta ante decenas de policías que resguardaban los accesos de Palacio Nacional.

Para las organizadoras, quienes estimaron que más de 30 mil mujeres participaron en el mitin, “lo que vivimos hoy (ayer) fue una marea de mujeres incontenibles que est��n demostrando que sí tienen un futuro”. La marcha, de acuerdo con datos del Gobierno de la Ciudad de México, movilizó a 80 mil personas, y ya en la plancha hubo 35 mil.

La gente comenzó a retirarse, incluso cuando el último contingente no había entrado al Zócalo. Otras manifestantes se congregaron en pequeños grupos para lanzar consignas, se tomaban selfis y ocupaban espacios en escenarios improvisados para seguir expresándose.

Los gritos de “Justicia, justicia, justicia!” continuaron escuchándose por las calles aledañas y llegaron hasta las estaciones más próximas del Metro.

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