José Ángel Solorio Martínez
El 2 de julio, amanecerá Tamaulipas con un sorprendente escenario sociopolítico. La geografía del poder, dará un viraje tan estentóreo que a muchos –algunos priistas y panistas, creen que ganarán sus candidatos a la presidencia de la república por lo que en nuestra entidad, todo seguirá igual- dejará atónitos.
El más impactado será el PRI. De su voto duro –algunos 450 mil votos- podrá caer hasta 250 mil ante lo inocuo de su candidato presidencial, la menguada potencia estructural y sus frágiles candidatos a alcaldes, diputados y senadores. Ya nada será igual para el tricolor. Sus días de gloria, serán una remembranza feliz para la vieja guardia que hoy parece languidecer.
Lo más dramático para los priistas, será la pérdida de la Presidencia de la república. Nunca, el PRI de Tamaulipas, había tenido dos ausencias al mismo tiempo: la gubernatura y la Presidencia.
Con Fox, Yarrington tuvo el poder en el estado.
Y con Calderón, Eugenio Hernández, mantuvo su Virreinato.
Hoy la tragedia será –eso dicen las estadísticas- doble: se les escaparán de las manos los Ejecutivos, estatal y federal.
¿Así o más doloroso?..
Más aún: de las 43 alcaldías en disputa, se presume que apenas en algunas 2 grandes y 10, chicas tiene niveles de competitividad. En los restantes 31 Ayuntamientos, el ex invencible, anda por la calle de la amargura.
La caída de su clientela electoral, golpeará en el corazón del tricolor. Representa la pérdida de más de 6 millones de pesos anuales por concepto de prerrogativas que la autoridad electoral debe entregarle por concepto de los votos obtenidos en la última elección.
Parafraseando a uno de sus filósofos más conspicuos: un PRI pobre, es un pobre PRI…
La consecuencia: despedirá a cientos de trabajadores, cerrará decenas de oficinas en los municipios, cancelará la operación de decenas de delegados políticos y operará como una secta mendicante ante la vigorosa emergencia de MORENA y del PAN que cacharán a centenares de priistas que se han cansado de hacer fila en un partido que sólo da participación a las élites.
La caída a un deplorable tercer lugar en la entidad, lo pondrá a punto de la marginalidad. En la toral contienda del 2019, en que se define el Congreso local tamaulipeco, el PRI andará en un lastimoso 4 o 5 por ciento de aceptación ciudadana.
Obvio: se sumará a ese paisaje oscuro y melancólico para los tricolores, la crisis interna partidista que derivará de una dirigencia inoperante y excluyente.
El PAN, con todo y que mantiene la gubernatura, sentirá en su estructura los efectos de la llegada de una autoridad que tiene pendientes con el llamado PRIAN. A juicio de las encuestas, a nivel regional –excepto la candidatura de AMLO que supera con poco a Anaya- lo favorecen.
Se presume que gana de mayoría la fórmula azul al Senado encabezada por Ismael García Cabeza de Vaca. Seguido muy de cerca por la dupla encabezada por el lopezobradorista, Américo Villarreal Anaya. El PRI, se avizora a lejanos 20 puntos del primer lugar.
A nivel distrital, el PAN parece estar macizo: podría llevarse seis de los nueve distritos: Tampico, Mante, Victoria, Reynosa, Nuevo Laredo, Matamoros; MORENA dos: Madero y Reynosa; y el PRI en un distante tercer lugar, sólo pelea un distrito: Río Bravo.
El PAN, no la tiene tan mal.
El verdadero reto de los azules, no es el 2018.
El auténtico desafío del panismo tamaulipeco es el 2019.
¿No es adelantarse mucho?..
No.
Los calendarios electorales, corren más raudos que los calendarios tradicionales.
Si la reacción del PAN y sus dirigentes ante los escenarios que vienen es equivocada, podrían estar cancelándose la posibilidad de obtener un Congreso tamaulipeco de mayoría.
Y ese sí, sería una grande pifia: ninguna administración estatal puede ufanarse de compartir con la oposición el poder en su tercer año de gobierno…