La desigualdad es un desequilibrio arraigado. El Secretario General de la ONU, António Guterres, trató recientemente este tema durante una rueda de prensa en Nueva York en la que aseguró que la marca más vendida hoy en día es el miedoy que ello se debe a la desigualdad y la marginación de millones de personas.
Otro punto de vista sobre el mismo tema es el que nos ofrece la directora ejecutiva del Pacto Mundial de las Naciones Unidas, Lise Kingo, quien respalda los esfuerzos del sector privado para hacer negocios de manera responsable, cuando escribió en su boletín anual que durante 2018 vimos como “un pequeño grupo de individuos se está enriqueciendo exponencialmente a medida que miles de millones se quedan atrás en la pobreza”.
Al debate se sumó Richard Kozul-Wright, director de la División de Globalización y Estrategias de Desarrollo en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo quien manifestó que las altas tasas de empleo en muchas economías ocultan el hecho de que los salarios y las condiciones de trabajo no están mejorando y que, aunque los salarios han estado estancados durante una década, los dividendos de las acciones se han ido recuperando, beneficiando a los titulares de activos financieros.
Sus observaciones se produjeron tras el lanzamiento en enero del informe Situación y Perspectivas de la Economía Mundial(WESP) de 2019, que mostró un crecimiento desigual (tanto entre los países como dentro de ellos) que a menudo no llega a donde más se necesita.
En cuanto a la región, un informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe publicado en enero indica que durante el año 2017 el 30,2% de la población, alrededor de 184 millones, vivía en condiciones de pobreza, en tanto que un 10,2%, unos 62 millones, se encontraba en condiciones de pobreza extrema, el porcentaje más alto desde el año 2008. El informe también destaca que desde el inicio del siglo XXI disminuyó notablemente la desigualdad de los ingresos en la región.