El mes de mayo cerró con 93 homicidios dolosos en Sinaloa. De enero de 2017 a mayo de 2018, se contabilizaron dos mil 029 asesinatos, según datos de la Fiscalía General del Estado. Cada vez más eventos de ese tipo se realizan en plena luz del día, en transitadas avenidas.
En gran parte de los hechos delictivos que ocurren diariamente en las calles de Sinaloa hay siempre múltiples espectadores. Muchos de ellos niños que incluso videograban el acontecimiento, como si se tratase de un motivo de entretenimiento para las redes sociales. El investigador de la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS), Tomás Guevara Martínez, advierte: existe un proceso de normalización de la violencia.
Ante esa situación, el estudioso del tema desde el punto de vista psicosocial, Tomás Guevara Martínez, señala que la violencia en Sinaloa “se ha vuelto prácticamente un espectáculo”.
Ante situaciones de ese tipo, el investigador y su equipo decidieron estudiar qué ocurre en la mente de los ciudadanos que enfrentan un entorno violento. Fue el 11 de agosto de 2015 que surgió en la Facultad de Psicología de la UAS el Observatorio Psicosocial de los Efectos de la Violencia en Sinaloa, coordinado por Guevara Martínez, en el que se estudian los aspectos de la violencia y la inseguridad como marco general, y centra su atención en la manifestación del daño que provoca la violencia y en las medidas que se han ido adoptando en los últimos años de cara al contexto de violencia que vive la entidad.
Líneas de investigación
El observatorio trabaja dos líneas de investigación relacionadas con la violencia y la inseguridad, una de ellas consiste en entrevistas a una muestra de psicólogos clínicos que trabajan en la capital sinaloense. Estos fueron cuestionados sobre los rasgos del malestar que mayormente tienen sus pacientes y hacia dónde apunta su daño psicológico. Debían responder con base en su experiencia cuáles consideran que son las causas de ese daño.
“Quisimos ver qué proporción, daños y síntomas son los que de alguna manera, directa o indirectamente, están asociados a la problemática social, impregnada por la violencia y la inseguridad. Esa es una primera parte de la investigación”, argumentó Guevara Martínez.
Tomaron una muestra de 109 psicólogos clínicos que dedican su trabajo particular a dar terapia a quien lo solicita.
“Procuramos que la mitad de los psicólogos entrevistados se dedicara al trabajo con niños y adolescentes, hombres y mujeres, y la otra mitad con adultos. Lo que quisimos fue diferenciar por parejo a toda la sociedad, o si la pertenencia a un grupo de rango de edad o sexo, es distinta”.
Niños y violencia
El trabajo con psicólogos sinaloenses originó que el observatorio abriera una nueva línea de investigación relacionada con los efectos de la violencia en los niños y niñas. Esta reveló que es a los más jóvenes a quienes más impacta el contexto de violencia de Sinaloa.
“Los temores en ellos son mayores. A ellos, por ejemplo, les asusta saber de balaceras en su ciudad”.
El estudio determinó que la causa del daño psicológico de los niños obedece a un contexto social, mientras que en los adultos a una cuestión personal e individual, es decir, los problemas psicológicos de los adultos se deben a las decisiones que han tomado a lo largo de su vida y que daña paulatinamente su psique y paz interna.
En los niños y adolescentes, reveló el informe del observatorio, es el contexto el que juega un papel importante. Ante esto, la vulnerabilidad de los jóvenes es mucho mayor a la de los adultos, aun ante la presencia o cercanía de un mismo hecho violento.
“Es a los niños a quienes más afecta, por ejemplo, una balacera, con todo y que pensábamos que los adultos nos asustábamos más que los niños y los jóvenes porque nos tocó vivir en un ambiente menos violento. Quienes más resienten esta violencia social, esta inseguridad, son los niños y los adolescentes”.
El equipo de científicos que integra el observatorio tomó dos muestras de niños y adolescentes, es decir, aplicaron el instrumento en dos diferentes momentos.
La primera muestra integró cuestionamientos como cuáles son las cosas, sucesos o personas que más temor le causan, qué es lo que les da más miedo. Las respuestas integraron palabras como momia, arañas, fobias; o situaciones, tales como peleas entre los padres o maltratos hacia ellos.
Ese instrumento aplicado posteriormente coincidió con un hecho violento registrado en la comunidad de Villa Juárez, municipio de Navolato. Hombres armados, a bordo de distintos vehículos, dispararon en contra de otros automóviles. El hecho fue videograbado por un espectador y difundido en redes sociales.
“Todos nos enteramos de la balacera casi en vivo. Así que la segunda muestra la tomamos después de esos sucesos. Cambiaron los resultados, se dispararon de manera impresionante”, comentó el especialista.
Al unir ambas muestras, los científicos obtuvieron que, para el caso de los adolescentes, 80 por ciento de lo que les atemoriza está directamente asociado a la violencia social. En los niños no se registraron esos niveles.
“Entendimos que ellos sienten que tienen aún un halo que los protege, o que saben que no pueden andar solos fuera de la casa y cuentan con la protección de los adultos de la familia”.
El grupo elaboró el marco general con el estudio del daño psicológico entre los sinaloenses, sin importar si viene o no de la delincuencia. Encontró que el estado depresivo y la ansiedad son las patologías más presentes en los consultorios de los psicólogos clínicos.
“Los psicólogos clínicos nos dicen, en una proporción de más o menos 60 por ciento, que el estado que encuentran en estas personas proviene de un contexto de violencia familiar, por conflictos familiares o una violencia, algún hecho que les tocó presenciar”, indicó.
El método
El observatorio realiza una lectura del efecto de la violencia desde la psicología social. Todos los indicadores se producen a través del trabajo de campo. Utilizan el método de libre asociación. Para ello, sometieron a hombres y mujeres a un cuestionario, con una idea inductora como provocación, y después les pidieron que mencionaran qué les viene a la mente como respuesta a esa idea inductora.
“Preguntamos por ejemplo: ¿qué cosa es lo que más evidencia la situación de riesgo en que se encuentran las mujeres?, o bien: dígame tres cosas que piense que son de más riesgo para las mujeres en Sinaloa”.
En la última parte del cuestionario de libre asociación, pidieron a los entrevistados que jerarquizaran las tres respuestas y mencionaran un orden de importancia para obtener una ponderación.
“Con esos resultados podemos decir cuál es el campo que permite ver cómo se manifiesta el efecto de la violencia en los sinaloenses. Tenemos los elementos que constituyen los generadores, el tipo de violencia que más está dañando la población, ahí es donde encontramos que no son las balaceras, sino la violencia intrafamiliar”.
Señaló que al jerarquizar y relacionar con el campo de la generación del problema es como determinan lo que, según la población, detona su preocupación, miedo y temores.
Violencia invisible socialmente
En la correlación, el observatorio encontró que existe una violencia que es invisible socialmente: la violencia intrafamiliar.
“Los niños responden que sus principales temores son que sus padres se peleen, que se divorcien; nos dicen: ‘que mi padre le pegue a mi mamá’, o ‘que mi mamá me pegue a mí’, ‘que maltraten a mi abuelo’. Encontramos una violencia que no es visible socialmente, que todavía tiene carta de naturalidad en la vida privada, y por eso es que no se hace tan visible. La otra sí porque escuchamos los plomazos, vemos la movilización de la policía, del Ejército, y eso nos atemoriza, por eso es de alto impacto, se da en un ámbito social”.
Temas como la violencia hacia la mujer, señaló Guevara Martínez, se integran en una situación muy personal.
“Por eso tenemos la alerta de violencia de género en Sinaloa. Vemos que mientras no se desnaturalice la imagen que se ha construido desde la mujer, será muy difícil que se resuelva el problema de la violencia contra ellas”.
Profundización de la violencia
Tomás Guevara Martínez afirmó que cuando los temas de violencia e inseguridad se asocian es donde se genera una mayor preocupación social.
“Esto es, cuando la inseguridad proviene de la violencia, o cuando la violencia está construyendo la inseguridad social. Lo que tenemos ahora es que la inseguridad se llenó de violencia. Un asalto puede culminar en homicidio si el agresor no está satisfecho con lo que llevas en la bolsa”.
La forma, añadió, en que ladrones cometen los atracos es cada vez más violenta.
“Estamos permeados por una inseguridad que tiene una violencia que no necesariamente proviene del crimen organizado. Creo que hubo una política de dejar hacer, de dejar pasar, y ahora estamos viendo las consecuencias. La gente que asalta ya no le tiene miedo a nada, no le interesa si está cometiendo un delito”.
Es la saña, dijo, con la que se delinque en la actualidad lo que pone a los sinaloenses en una situación de temor.
“Vivimos en una sociedad donde los sinaloenses se sienten amedrentados, amenazados y muy vulnerables. Encuentran que cualquier persona puede hacerle lo que quiera, sin que haya nadie que lo detenga o defienda. Se trata de un sentimiento de vulnerabilidad”, advirtió.
Violencia y nuevas masculinidades
El Observatorio Psicosocial de los Efectos de la Violencia en Sinaloa se centra en grupos de sujetos que permitan dar cuenta de los fenómenos que caracterizan más la violencia en Sinaloa. Toma también como muestra a hombres al considerar que un efecto de la violencia en ellos es la aparición de nuevas masculinidades.
“Según la última encuesta de violencia contra la mujer, la violencia física está cediendo su lugar por la violencia psicológica y emocional. Los hombres se están adaptando a los cambios en los roles de la mujer, modificando el tipo de violencia que ejercían sobre la mujer. Ya no la golpean. Ahora está apareciendo más la violencia psicológica y la violencia económica”.
Nuevas líneas de investigación del observatorio son precisamente acerca de la relación entre la violencia y la inseguridad en los hombres, a través de las masculinidades; en las mujeres, a través de los feminicidios y la violencia de género, así como en los niños.
“A los tres años haremos una réplica de la investigación para tener datos transversales, para hacer las comparaciones de qué tanto ha cambiado la situación y hacer las comparaciones sobre lo que pasa con las masculinidades, la violencia con las mujeres y el impacto de la violencia en la infancia”, adelantó Tomás Guevara Martínez.