*** Descubierto en Tamiahua, Veracruz, representaría a una serpiente; tiene labradas dos cabezas humanas en sus remates y un rostro felino en su curva externa
*** La supervisión del INAH de las obras del gasoducto Sur de Texas-Tuxpan permitió la ubicación de 41 sitios con material arqueológico
En tiempos prehispánicos y dentro de muchas culturas mesoamericanas, quienes participaban en juegos de pelota usaban una vestimenta cuya base era un aditamento con forma de U, hecho de madera, cuero o algodón, el cual ceñían a sus caderas a fin de golpear la pelota con seguridad. Los yugos, como se les denomina, eran a veces replicados en piedra y utilizados con fines rituales, aunque hoy día son piezas poco frecuentes incluso en contextos y sitios ceremoniales.
Por ello, es relevante el hallazgo, producto de labores de salvamento arqueológico emprendidas por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), de un yugo de piedra gris que durante siglos y sin estar asociado a arquitectura monumental u ofrenda alguna, permaneció bajo un terreno cercano al municipio de Tamiahua, en Veracruz.
El arqueólogo Gabino López Arenas, coordinador del proyecto de salvamento en la obra del Gasoducto Sur de Texas-Tuxpan, precisó que se trata de un objeto tallado en granito y con dimensiones de 40.5 centímetros de largo, 37 cm de ancho y 10 cm de espesor.
“Presenta bajorrelieves con forma de grecas en sus caras externas y superior, y una cabeza de serpiente y un cascabel en sus lados. Sus dos remates tienen labradas cabezas humanas que miran en sentido opuesto, y su curvatura externa tiene un rostro con rasgos felinos”.
La pieza, que representaría a un ofidio, es de estilo totonaco y su antigüedad oscila entre los periodos Preclásico (350 a.C. a 200 d.C.) y Clásico (200 a 650 d. C.), con base en tiestos cerámicos recabados en el sitio denominado Estero Milpillas. Aunque no se encontraron entierros ni construcciones asociadas, una teoría es que su colocación pudo deberse a su proximidad a la laguna de Tamiahua.
“Allí hubo un asentamiento continuo del cual no queda arquitectura porque tal vez eran casas de materiales perecederos. Así, basados en fuentes documentales que asocian los yugos no sólo a juegos de pelota sino también a pedimentos o tributos a fuentes de agua, podríamos explicar su hallazgo dado que en el sitio hay muchas hondonadas que en temporada de lluvia se convierten en arroyos. Sin embargo, no tenemos elementos suficientes para determinar su función original”.
Señaló que pese a que el yugo, descubierto el pasado 19 de abril por los arqueólogos Octavio Castañeda, Rubén Abasolo y Salvador Pérez, se recuperó en tres segmentos, está completo y resguardado en instalaciones que el equipo tiene en Tuxpan. Ya ha sido embalado y en el corto plazo será enviado a la Ciudad de México para su restauración y, eventualmente, su exhibición museística dada su rareza y calidad estética.
Al detallar sobre las labores de salvamento, Gabino López explicó que el proyecto inició en enero de 2017, a fin de explorar los 760 kilómetros de largo y 25 metros de ancho que el ducto tiene como derecho de vía. De éstos, 73 km son terrestres y 687 km marinos, por lo cual se hizo un sondeo con radar en la parte marítima; mismo que estuvo a cargo de Roberto Junco, subdirector de Arqueología Subacuática del INAH, y concluyó que no existen pecios en el tramo referido.
En la parte terrestre se inspeccionaron superficies y se hicieron pozos de sondeo previo al desmonte y la nivelación a cargo de la constructora. Así se ubicaron 41 sitios arqueológicos (uno cerca de Altamira, Tamaulipas, y el resto en Veracruz), definidos por la presencia mayor o menor de material cerámico, lítico o de restos humanos y de especies animales, pues solo en dos casos —ninguno de los cuales será afectado por la obra— se detectaron alineaciones de piedra que habrían sido cimientos de antiguas construcciones.
Del total de sitios, 26 se encontraban dentro del citado derecho de vía, en los que se centraron las tareas de excavación arqueológica a fin de salvaguardar los vestigios culturales que alojaban. Luego se supervisaron los trabajos de “sanjeado” que la maquinaria realizó a tres metros de profundidad para dar paso a la colocación del ducto. Fue durante esta fase que se localizó el yugo, a 40 cm de profundidad.
Sobre los restos humanos, comentó que se encontraron en seis sitios dentro de Veracruz: El Frijolillo, La Antena y El Tronconal reportaron fragmentos; en tanto que en La Loma, San Luis y El Progreso se localizaron tres entierros semicompletos.
El entierro más significativo se halló en El Progreso. Consistió en un individuo en posición de decúbito dorsal extendido (bocarriba), al cual le fue colocado un cajete a la altura del rostro (el único elemento cerámico que se encontró completo), como parte de un acto funerario denominado entierro capital. El cajete es huasteco y pertenece al periodo Posclásico Temprano (900 a 1200 d.C.).
Todos los restos humanos se encuentran en la Ciudad de México y son estudiados por la antropóloga física Perla Ruiz Albarrán, quien hasta ahora ha establecido que los entierros de La Loma y El Progreso pertenecen, respectivamente, a una mujer de entre 40 y 45 años, y a un hombre de 20 a 25 años al momento de morir.
Con la asesoría del antropólogo físico Arturo Talavera, la especialista también ha descartado que las raspaduras presentadas por las tres osamentas semicompletas se deban a tratamientos de desmembramiento; su conclusión es que los cortes y faltantes en costillas y dedos se deben a la acción de roedores, serpientes, armadillos y conejos, y al contacto con raíces de árboles. No obstante y dentro de los tres sitios con huesos dispersos, se encontró una mandíbula con alteración intencional de los dientes frontales, así como partes de un cráneo con deformación cefálica.
El proyecto de salvamento se encuentra en su última etapa, correspondiente al análisis de materiales. López Arenas comentó que si bien el yugo y el entierro de El Progreso son los elementos más destacados, se busca contactar a expertos, como la bióloga Alicia Blanco, para indagar en los huesos de animales y las conchas de moluscos encontrados en campo, y así poder identificar especies, o bien, conocer más de los hábitos de consumo y vida diaria de los antiguos agricultores y pescadores que poblaron Altamira y el norte de Veracruz.